Desde siempre he sido un enamorado de conceptos tan abstractos como la relatividad y el tiempo. Posiblemente deban repartirse culpa de este idilio las películas de Robert Zemeckis de mi niñez y aquel verano que pasé leyendo "Historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros" de Stephen Hawking. Lo recuerdo con cariño porque fue el mismo verano del gol de Alfonso a Yugoslavia que nos clasificaba para los cuartos de final de la Eurocopa del 2000 (un dato clave para entender el principio de equivalencia de la relatividad general... o una cuña futbolística innecesaria y totalmente gratuita en un artículo de física).
Al principio de los tiempos la humanidad empezó mirando al cielo; unas veces con asombro, otras con espanto, pero todas con interés. La regularidad de los movimientos de los astros nos permitió medir el tiempo y predecir sucesos (estaciones anuales, eclipses, etc.) con éxito. Esto llevó a creer en la racionalidad de la naturaleza y propició el nacimiento de la ciencia. Pero aquello no fue nada más que el comienzo.
Hoy, el gran reto y santo grial de la nueva Física es conciliar la física cuántica con la teoría de la relatividad, los dos pilares de la física en el siglo XX. O lo que es lo mismo, dar con una teoría unificada que describa las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza: la fuerza electromagnética, la nuclear débil, la nuclear fuerte y, especialmente, la gravitatoria, que se resiste a entrar en el redil.
En la imagen de arriba, tomada por Sir Arthur Eddington, la más famosa de las primeras verificaciones positivas de la teoría de la relatividad. Ocurrió durante un eclipse solar de 1919, y fue usada para confirmar que el campo gravitatorio del sol curvaba los rayos de luz de estrellas situadas tras él.
Tras décadas de trabajos y conjeturas se propuso una solución: la teoría de cuerdas, a la que nuestro compañero Mariano ya dedicó un genial artículo. Aunque es importante recordar que en el mundo de lo diminuto -o cuántico- todo está difuso; por ejemplo, no se puede determinar con precisión la velocidad y la posición de una partícula. De hecho al adaptar sus leyes a la teoría de la relatividad general surgen infinitos imposibles de eliminar por los métodos conocidos.
Las últimas teorías surgidas al albor de la teoría de cuerdas, sugieren que la gravedad puede funcionar de otra manera a magnitudes inferiores a un milímetro. Esto sería así porque la partícula hipotética que transmite la atracción (el archiconocido y molón "gravitón") viviría en otras dimensiones. Su energía se desparramaría por estas dimensiones alternativas obligando a los expertos a aceptar lo inaceptable: que la energía no se conserva en nuestro universo observable.
También se está especulando con que con el nuevo acelerador de Ginebra, el LHC (al que también hemos dedicado algún artículo), quizá se pueda comprobar que en las colisiones protón-protón desaparece energía, lo cual violaría la primera ley de la termodinámica, que si no tienes ni idea de termodinámica puede parecer poca cosa, pero para alguien mínimamente ducho en la materia sería algo así como... LA REVOLUCIÓN MÁS IMPORTANTE DEL PRÓXIMO MILENIO.
Cinco siglos le han bastado a la humanidad para ordenar, comprender y comprimir en leyes y teorías los fenómenos naturales básicos que ocurren desde las galaxias más lejanas a los rincones más recónditos del interior de los átomos. Si será o no capaz la nueva Física de poner en entredicho algunas de esas "verdades" es una pregunta que empieza a tener respuesta.
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