El guepardo, el animal más rápido. O no.

29 de julio de 2013

Una de las características que diferencian a los animales del resto de reinos pluricelulares del dominio Eukaryota (el núcleo, ese gran "invento") es su capacidad de desplazamiento. De hecho, la locomoción fue durante muchas décadas casi el único caracter taxonómico válido para diferenciar a los animales de hongos y protozoos, lo que condujo a establecer algunas categorías erróneas, corregidas grosso modo mediante el uso de las actuales técnicas moleculares.

Esta capacidad es inherente al reino Animalia: todas las especies conocidas se pueden desplazar.
— Pero, ¿qué me estás contando? Los percebes y los corales son animales y no los verás jamás moverse, por no hablar del Paco, el hijo de la Eugenia, que nació adherido al sofá y no se ha documentado nunca que realizara movimiento alguno desde el alumbramiento.
— Y, además, lo ha afirmado en negrita. ¡Se las está dando de listo!
— ¡No queremos listos! ¡Hereje! ¡A la hoguera!

Antes de ser purificado por el fuego, haré una matización: todas las especies animales presentan, al menos, una fase móvil durante su ontogenia o ciclo vital. Es decir, aunque exista una fase adulta sésil o fijada al sustrato, la fase larvaria siempre es móvil o viceversa. Desde la radiación evolutiva del Cámbrico, la locomoción ha permitido a estos organismos buscar alimento, pareja, nuevos hábitats y escapar de los peligros. Sobrevivir. Realmente, la presión evolutiva sobre un grupo de organismos que no es capaz ni de fotosintetizar ni de descomponer in situ restos de materia orgánica los aboca bien a la extinción bien a la selección de individuos capaces de algún tipo de desplazamiento que incremente su eficacia biológica.

Tras casi 600 millones de años, varios episodios de extinción masiva, veinte de mediana magnitud y cinco temporadas de Ana y los 7, la locomoción ha demostrado ser un éxito evolutivo comparable a la aparición de los diferentes sistemas respiratorios o de las plantas con flor. Una estrategia evolutiva tal que ha colocado a los metazoos (en particular, a los insectos) a la cabeza de los Eukaryota (las bacterias ya son otro cantar) en cuanto a riqueza de especies y hábitats colonizados. Durante todo ese tiempo, la selección natural ha ido produciendo poblaciones cada vez más eficientes en su locomoción para cada uno de los medios habitables del planeta y para cada una de las estrategias vitales, por lo general, velocidad explosiva para depredadores y resistencia para presas y especies migratorias.

De derecha a izquierda, halcón peregrino, pez vela y guepardo.
Todos sabemos por los documentales de La 2 que el guepardo, Acinonyx jubatus, es el tetrápodo terrestre más veloz, puesto que alcanza durante sus trepidantes persecuciones picos de hasta 120 km/h (vamos, que, si lo señalizara correctamente, podría realizar un adelantamiento en la autovía). En el océano, el majestuoso pez vela, Istiophorus sp., prácticamente iguala al guepardo (aunque en un medio 100 veces más viscoso) desarrollando velocidades cercanas a los 110 km/h. Mientras tanto, el halcón peregrino, Falco peregrinus, los espera a todos (Fernando Alonso incluido) en el bar mientras se relaja tomándose unas cañas tras sobrepasar los 350 km/h durante su descenso aéreo.

¿Es realmente así? Estos son los datos absolutos, pero ¿qué pasaría si los situáramos en otro contexto y habláramos de velocidades relativas?

— ¿Relativas? ¿Relativas a qué? Ya está volviendo a porfiar y cuestionar los dogmas establecidos.
— ¡Atrapadlo! ¡Que no escape!

Nos guste o no, una actitud científica nos obliga a cuestionarnos continuamente nuestros modelos de la realidad y a aplicar enfoques alternativos a un mismo fenómeno. En este caso, si tenemos en cuenta la variable del tamaño y calculamos la velocidad relativa para distintos animales, obtenemos unos resultados sorprendentes.



Dejemos a un lado al halcón peregrino, que se proclama indiscutiblemente Master of the Universe con su velocidad relativa de 227 veces por segundo su longitud corporal. Si nos ceñimos a animales de locomoción terrestre, nos damos cuenta de que los insectos desbancan, como en muchos otros ámbitos, a los vertebrados. Así vemos que la tan detestada cucaracha americana, Periplaneta americana, sería diez veces más veloz que el guepardo si tuvieran el mismo tamaño. Sin embargo, es un grupo de pequeños insectos depredadores los que baten todas las marcas de velocidad y, además, siembran el pánico con sus temibles mandíbulas en el diminuto (y, a la vez, vasto) mundo de los insectos. Pese a su reducido tamaño (entre 1-2 cm), las cicindelas son capaces de desplazarse hasta 175 veces por segundo su longitud. Si trasladamos esto a escala humana, Usain Bolt alcanzaría en un sprint los 350 m/s, rompiendo la barrera del sonido, así como los tímpanos de los espectadores.

Cicindela campestris
La velocidad que alcanzan las cicindelas es comparativamente tan alta que su sistema de visión no es capaz de procesar las imágenes captadas por la elevada velocidad angular de los objetos al atravesar su campo de visión, de manera que, mientras cazan, han de detenerse periódicamente para localizar a su presa. Por tanto, si tenéis alguna vez la mala fortuna de ser perseguidos por una marabunta de hambrientas cicindelas de más de 10 cm, corred y no miréis atrás.


Y si os habéis quedado con ganas de más:

- En esta curiosa página de Alex Reisner, podéis comparar la velocidad de diferentes animales y ponerla en relación con vuestra altura: http://www.speedofanimals.com/
- En "El libro de hechos de la Física" podréis encontrar multitud de datos sobre el valor multitud de magnitudes físicas en la vida cotidiana: http://hypertextbook.com/facts/index-topics.shtml

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