Fue precisamente la idea de encontrar esa "ausencia total de sonido", lo que llevó a un grupo de ingenieros de los Laboratorios Bell a principios de los años cuarenta, a construir la primera cámara anecoica, una sala diseñada para absorber en su totalidad las reflexiones producidas por ondas acústicas o electromagnéticas en todas sus superficies.
La idea de este tipo de cámaras es conseguir que las mediciones de los niveles de sonido se sitúen por debajo de cero decibelios, el umbral del oído humano. Para lograrlo, se revisten las paredes, techo y suelo de la habitación con cuñas de fibra de vidrio que absorben casi todo el sonido.
Dicen los que lo han probado, que entrar en una cámara anecoica es una de las experiencias más extrañas que uno puede sentir. Según John Fithyan, que dirige las instalaciones de la Universidad de Southampton:
Es como estar en un campo en el medio de la noche."
Pero una cámara de este tipo supone algo más que una experiencia desconcertante. Concretamente, la cámara anecoica creada por los Laboratorios Orfield en Minnesota (Estados Unidos), absorbe el 99,99% de los sonidos, y aseguran que ningún ser humano puede permanecer dentro más de 45 minutos, y es que tal y como han podido concluir los científicos de este tipo de proyectos, demasiado silencio provoca tal tensión en el cerebro humano que puede llevar a la locura a una persona.
Aunque la mayoría de cámaras anecoicas se utilizan para la investigación acústica por parte de grandes empresas y organizaciones gubernamentales a fin de determinar cuánto ruido generan sus equipos, también han sido utilizadas para el estudio de la fonética humana e incluso con fines médicos en pacientes con problemas serios de oído.
Pero el silencio de la sala anecoica no sólo es objeto de investigadores e ingenieros, sino que también ha tenido su papel en la historia de la música. Célebre es la visita que el compositor norteamericano John Cage realizó a las instalaciones de la Universidad de Harvard en la década de 1940. Y es que John Cage siempre estuvo obsesionado con la idea de encontrar el silencio. Para su desdicha, afirmó que incluso en aquella cámara oía dos sonidos: uno grave y otro agudo. Uno provenía del sistema circulatorio, los latidos; el otro, del sistema nervioso. Así pues, concluyó que en presencia de vida, es imposible el silencio.
Para terminar os dejo con un magnífico vídeo (en inglés) donde el propio John Cage, justo un año antes de fallecer, da su interpretación de lo que son los sonidos y el silencio:
Que la Ciencia os acompañe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura que tu comentario esté relacionado con esta entrada y no olvides revisar la ortografía. Estás en tu perfecto derecho de comentar anónimamente, pero por favor, escribe con respeto y educación. Los comentarios que incumplan estas normas básicas serán eliminados. Gracias por comentar.