Una de las adaptaciones evolutivas que más han llamado la atención de los paleontólogos fueron las que llevaron a los peces con aletas pectorales a desarrollar estructuras óseas resistentes que permitiera a los primeros tetrápodos, como Tiktaalik, salir de las aguas y comenzar a “gatear” por la tierra.
Pero sin embargo, este paso había traído de cabeza a los biólogos evolutivos. ¿Cómo es posible que el autópodo, la región que durante el desarrollo de las extremidades se convertirá en los dedos, muñeca y tobillos no tenga ninguna relación morfológica con las aletas de los peces actuales?.
De hecho, cuando intentamos comparar aletas y los huesos de las extremidades, no conseguimos llegar a un acuerdo. La muñeca estaría compuesta de pequeños huesos nodulares seguida de huesos más largos y finos que forman los dedos, mientras que los peces actuales en sus aletas comienzan con un juego de huesos largos que acaban en unos pequeños huesos circulares llamados radiales. Los genes que dan forma a los huesos también son diferentes, y en la mayoría de los peces estudiados hasta el momento no se habría conservado las secuencias que dan lugar a las extremidades.
Pues bien, un equipo de investigadores de la Universidad de Chicago parece haber dado con la clave gracias a la secuenciación del genoma del catán pinto, un pez que vive en aguas dulces de Estados Unidos y México, en el que encontraron la maquinaria genética rudimentaria que permitiría la formación del autópodo de los mamíferos.
Sin embargo, cuando compararon los genes Hox del catán pinto con el de los tetrápodos, encontraron la preservación de estos, algo nunca descrito anteriormente en especies tan lejanas en el tiempo geológico. Para comprobar que estaban en lo cierto, insertaron en ratones estos genes para comprobar si había alguna diferencia, descubriendo que su actividad era prácticamente indistinguible con respecto a los de los propios ratones.
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