El arte de la monogamia

7 de febrero de 2014

Se acerca San Valentín, el día del amor. Odiado por unos y ansiado por otros. Hoy en día, una fiesta de los centros comerciales y, tiempo atrás, de la religión. Pero su origen verdadero está (como no) en la Naturaleza. Se acerca la primavera, y con ella ya se sabe… No solo se altera la sangre humana, sino que todo lo vivo se vuelve exultante. Se rompe el letargo, aparecen colores, el sol nos calienta, todo se llena de luz. ¡En estas condiciones dan ganas de enamorarse! Pero, ¿de quién? O mejor dicho ¿de cuánt@s? ¿Es el ser humano una especie monógama? ¿Es esta condición parte de nuestra naturaleza?

¿Quién no ha sentido alguna vez esas ganas incontrolables de ponerle los cuernos a su pareja? Según las encuestas, en las sociedades occidentales el 50% de los hombres y el 30% de las mujeres reconocen al menos alguna aventura ocasional… ¿Son estos infieles verdugos o víctimas? Durante esta lectura les invito a ponerse las gafas de la ciencia para mirar al amor. Vamos a darle un repaso a las condiciones de esta estrategia de la naturaleza llamada monogamia, a ver a qué conclusión llegamos.

Que es la monogamia 

La monogamia es un tipo de relación que se da entre entre un macho y una hembra de una misma especie animal, que puede durar un tiempo variable o incluso toda la vida, y durante la cual esos dos individuos -digámoslo en plan bonito- deciden caminar de la mano. Sin embargo, no parece que estas parejas estables se formen por romanticismo, sino más bien porque sobrevivir resulta más fácil acompañado que solo.

Así que se establece un acuerdo mutuo de monogamia social, es decir, una especie de contrato personal de colaboración y compromiso durante al menos una etapa de la vida. Y lo cierto es que en las cláusulas no figura nada sobre fidelidad. La cruda realidad es que TODOS los animales monógamos tienen relaciones sexuales con otros miembros de su especie distintos a su pareja.

Animales monógamos (de resto, solo es sexo)

A grandes rasgos, sabemos que el 90% de las aves son monógamas. El motivo es sencillo: Ya bastante esfuerzo cuesta migrar, establecer territorios nuevos, incubar los huevos durante semanas o meses y criar a los pollos durante otro tanto, como para encima estar cambiando de soci@. Cuando encuentran un compañero o compañera dispuesto a trabajar en equipo, se lo quedan. Los cisnes que forman un corazón con sus cuellos, o los agapornis (en inglés lovebirds), toda la vida hombro con hombro, son ejemplos de ello.
Una de las imágenes del amor. Pero hasta los cisnes se divorcian.
Uno de los casos más curiosos es el de los buitres negros. Estas aves forman parejas monógamas estables y a su vez viven en grupos sociales. Hasta ahí podríamos decir que tienen una organización social muy parecida a la humana. La diferencia es que cuando el grupo pilla a uno de sus machos en plena aventura amorosa extramatrimonial, van a por él. Así que más le vale al señor buitre ser fiel.

En los mamíferos, los números cambian. Normalmente los cuidados de la prole están a cargo de la hembra, sin que el macho pueda aportar casi nada durante la gestación y la lactancia. Por eso, el porcentaje de monógamos cae estrepitosamente a un 3%. Por ejemplo, los gibones son los primates monógamos evolutivamente más cercanos al ser humano y permanecen con la misma pareja durante toda su vida. Pero en las últimas investigaciones se ha descubierto que tampoco son incondicionales. En ocasiones también se engañan o se abandonan.

Los gibones, monógamos por convicción. 
Incluso dentro de cada especie se detectan distintos comportamientos según las fortalezas y debilidades que reconozca cada individuo en sí mismo. Por ejemplo, en algunas especies de peces, los machos poco agraciados se hacen pasar por hembras para colarse en territorios ocupados por otros más grandes y fecundar las puestas disimuladamente.

La variabilidad de estrategias es tremenda, pero en todos los casos obedece a un mandato evolutivo bien claro e ineludible: maximizar la cantidad y calidad de la descendencia. Está escrito en cada una de nuestras células.

No eres tú, mi amor, son mis genes. 

Como un libro de instrucciones, el ADN contiene todas las condiciones que determinan cómo es la naturaleza de cada especie. Existe incluso un capítulo acerca del interés por la monogamia y la fidelidad. Así, aquellas especies cuyas crías sean muy vulnerables durante un tiempo, llevarán escrito en su ADN la instrucción de proteger a su compañero o compañera. Deberán cuidar de él o de ella para que se ocupe de la descendencia, al menos hasta que ésta pueda buscarse la vida por su cuenta. Por ejemplo, el cóndor depende de sus padres hasta los seis años, durante los cuales es bueno tener dos progenitores. Por eso, es una especie muy selectiva con su pareja y vive muy vinculada a ella.

Por su fidelidad, el cóndor es un ave rodeada de leyendas.
Uno de los animales más estudiados en este sentido es el ratón de las praderas (Microtus ochrogaster). Este roedor tiene unas líneas en su código genético que se traducen en una alta cantidad de receptores para la vasopresina y la oxitocina (esta última bautizada como la hormona del amor o de la fidelidad). Cuando su cerebro detecta estas hormonas, al ratón de las praderas le dan ganas de quedarse con su chic@ y con su grupo. Estos vínculos le hacen… feliz. Por otra parte, cuando se han realizado experimentos bloqueando estos receptores, su comportamiento cambia radicalmente: se vuelve absolutamente promiscuo.

El ratón de las praderas
¿Podemos extrapolar esto a la biología del ser humano? Por supuesto. Las personas liberamos oxitocina durante el orgasmo, el parto y la lactancia. Y en los tres casos el efecto es la sensación de tener un vínculo con la persona implicada, ya sea la pareja o el bebé.

Somos una especie con suerte.

Los seres humanos somos por naturaleza monógamos seriados, es decir, tendemos a tener pareja y a cambiarla a lo largo de la vida, normalmente encadenando una con otra. Además somos infieles como todos los mamíferos y, al mismo tiempo, celosos. Somos de las pocas especies en la que las hembras pueden tener sexo en cualquier momento del ciclo y además no exhibimos señales claras cuando estamos fértiles. Esto provoca que el macho se quede cerca porque a) no sabe cuándo tiene que actuar, y b) teme constantemente que la hembra pueda ser fertilizada por otro.

La suerte del ser humano con respecto a otras especies es que tiene la opción de llevarle la contraria a su propia naturaleza. Tiene consciencia para darse cuenta de que lo que es natural y lo que es bueno no tiene por qué ser lo mismo. También la moral y la cultura modelan nuestros patrones de vida: de 185 sociedades humanas estudiadas, 29 practican mayoritariamente la monogamia. Una de ellas es la nuestra. Cada una tiene su propio inventario de comportamientos que se alejan de lo natural. Yo patino, toco la guitarra, conduzco un coche, escribo artículos para Ciencia Bizarra y soy monógama. Nada de esto será natural, pero para mí son sin duda formas de ARTE, que hacen de mi vida una experiencia mejor.

2 comentarios:

  1. Me encanto este block, aportas datos sobre mat, física, biología, etc. Es muy completo y variado. Aparte de la estética de la pagína que es muy lúdica y facíl de ocupar. Saludos desde Chile.

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  2. Muchisimas gracias Denissa!!! Somos un equipo bastante heterogéneo, pero sobre todo con mucha curiosidad, de ahí que escribamos posts tan variados :)
    Disfrutamos mucho haciendo esto, así que estamos encantados de que a vosotros también os guste.

    Un saludo!

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