En esta sociedad del consumismo, las tendencias y la renovación, todo dura cada vez menos. Nos rodeamos de infinidad de productos inútiles y efímeros. No somos conscientes de la continua inversión que a menudo realizamos por renovar cosas que deberían seguir sirviendo. Es la cultura del descarte, de las modas. Es la cultura de la obsolescencia programada.
Ya hice mención en aquel artículo sobre Edison y la luz, a la famosa bombilla del cuartel de bomberos de California que lleva 111 años brillando sin haberse apagado por si sola ni una sola vez. ¿Se trata de una rara excepción? ¿Y si todos tuviéramos bombillas en nuestras casas que durasen tanto?¿Qué ocurriría con la industria si todo el mundo tuviera un producto que no hiciera falta cambiar o renovar? La respuesta es sencilla: lo superficial, lo perecedero, ha de anteponerse a la calidad. Un producto que no se estropea es una tragedia para cualquier negocio.
- A la basura, no tiene reparación [...]
- Ya no existe el repuesto [...]
- El nuevo modelo es mejor [...]
Pero suponiendo que estuviésemos en un mundo ideal donde las cosas se fabricasen para que durasen, ¿cuál sería la vida útil de un objeto? ¿Cuál es el material más duradero?
Recuerdo que la primera vez que me planteé esta serie de cuestiones fue después de leer un muy recomendable libro llamado "La cucaracha menguante".
En sus páginas descubrí, entre tantas otras cosas, que un grupo de investigadores franceses decidieron plantear una serie de experimentos con bismuto (elemento que seguro os sonará por presidir nuestra cabecera formando la primera sílaba de "Bizarra") para intentar determinar su vida media. El bismuto es un elemento químico que a menundo se confude con el plomo, el estaño o el zinc. Es un metal que, aunque suene extraño, se utiliza mucho en medicina y en cosmética. De hecho es un elemento benigno que incluso se receta para aliviar algunas úlceras.
El resultado de aquellas y otras investigaciones (basadas en la teoría nuclear), determinaron que la vida media del bismuto se estima en veinte trillones de años, más que la edad del universo, por lo que podría llegar a ser el último elemento en extinguirse.
Y resulta curioso conocer estos datos, porque es un material muy barato teniendo en cuenta que es tan escaso como el oro y relativamente difícil de encontrar. No parece muy relevante para ningún sector de la industria, pese a ser muy poco tóxico y prácticamente no-agresivo. Además sus cristales pueden ser trabajados hasta conseguir resultados de una increíble belleza.
Obviamente me he ido al extremo benigno de la durabilidad de la materia. Alguien ducho en química básica podría aludir el ejemplo contrario: el galio. El galio es otro metal que, aunque a temperatura ambiente es sólido, tiene una propiedad única y poco conocida; se funde a 30ºC. Como bromea el autor de "La cucaracha menguante":
Es el elemento de la Tabla Periódica al que uno debe acudir si tiene invitados en casa [...] no hay más que fabricar unas cucharitas con este elemento, servir el café… y observar las caras que ponen los invitados al ver cómo ésta desaparece.
Sin irnos a ninguno de los dos extremos, sabemos que existen materiales que no se degradan (o lo hacen muy lentamente) con los que podríamos fabricar objetos con una durabilidad muy superior a la de los objetos que inundan nuestros hogares esperando ser "renovados". La pregunta es ¿nosotros queremos?.
En este punto os recomiendo encarecidamente el documental "Comprar, tirar, comprar" que emitió hace unos años La 2 de Televisión Española donde se debaten estos puntos y se presenta a la obsolescencia programada como motor de la economía moderna.
Pero lo peor de todo es que somos rehenes de esta situación; claudicamos ante algo conocido porque sencillamente nos gustan nuestros iPhones.
¿Y qué hay del fin del mundo al que se aludía en el título del post? Si has llegado hasta aquí sin duda ha sido una acertada manera de captar tu atención, estimado lector.
Que la Ciencia os acompañe.
Debemos pensar si somos rehenes al 100% o también somos beneficiarios de esa obsolescencia programada. En el caso de la bombilla de Edison, ¿El consumo eléctrico y la luminosidad de esa bombilla es tan buena como las bombillas existentes en el mercado? ¿La gente estaría dispuesta a comprar una bombilla mas ecológica y eficiente si sus bombillas siguen funcionando? ¿Las compañías de bombillas podrían invertir en I+D?
ResponderEliminarOtro caso ha tener en cuenta es el coste y utilidad de un producto. ¿Pagaríamos mas por un ordenador que dure mas años pero pasados 4 años no pudiera ejecutar aplicaciones que requieren un elevado coste computacional?
A mi juicio, la obsolescencia programada tiene un alto coste ecológico y a veces un abuso al consumidor desmesurado (como es el tema de la impresora en el documental), pero otras veces (un punto de vista nunca mencionado por los contrarios a esta metodología) supone un ahorro y un apoyo a la investigación.