El hecho de que algunas actividades sean placenteras y den lugar a la creación de ciertos hábitos es pura química. La adicción está asociada a una serie de sustancias liberadas por las células nerviosas que generan esa sensación de placer: los neurotransmisores. Las últimas publicaciones apuntan a que existe, además, una importante componente genética en el fenómeno de la adicción, dada por la capacidad de generación de ciertos neurotransmisores, que hace que algunas personas tengan una personalidad y comportamientos más adictivos que otras. La adicción es un comportamiento compulsivo que puede ser generado por cualquier estímulo que produzca placer (actividades tan comunes como comer chocolate, hacer ejercicio, enamorarse, tener sexo, apostar, el riesgo, las nuevas experiencias…) y no está limitada a las cuatro clases principales de drogas de abuso (psicoestimulantes, opiáceos, etanol y nicotina), ya que está relacionada con el aumento de la transmisión de neurotransmisores asociados con el procesamiento normal de recompensa.
Neurotransmisores, los responsables
La química de la adicción tiene lugar mayoritariamente en el sistema límbico, la parte del cerebro que gestiona las respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales, el centro que controla las respuestas a la información recibida, muchas veces referido como centro de recompensa. En respuesta a nueva información, el sistema nervioso desprende mensajes químicos, unas moléculas llamadas neurotransmisores, que pasan señales de una neurona a otra u otro tipo de célula que quieran activar.
El cerebro produce más de 100 neurotransmisores diferentes, pero los más importantes cuando se habla de adicción son los que, de una forma u otra, son clave para la supervivencia y el éxito. Y es que los circuitos del cerebro evolucionan para favorecer comportamientos que ayudan a nuestra especie a sobrevivir asociando el placer con ellos y, además, se conectan para formar recuerdos de recompensa. Una vez que los neurotransmisores hacen su trabajo son, normalmente, reabsorbidos en las células de las que han sido desprendidos.
Hay dos tipos de neurotransmisores, que en un cerebro sano están más o menos balanceados: los excitatorios, que elevan la energía de las células objetivo; y los inhibitorios, que mantienen las células objetivo calmadas y relajadas. Por ejemplo, la serotonina es inhibitorio, y ayuda a regular el estado de ánimo, el apetito y el ciclo de sueño. Pero son los excitatorios los que tienen la señal de PELIGRO. Las endorfinas, también llamados "morfina endógena", son excitatorios y se liberan con el ejercicio (existe el coloque o la "euforia del corredor"), la risa, el estrés, la comida picante, y ayudan a moderar y calmar el dolor físico.
Pero el de mayor recompensa, con gran diferencia, es la dopamina, el que se libera cuando el cerebro cree que debemos recordar un comportamiento actual. Sus niveles suben en respuesta a experiencias placenteras como comer o tener sexo, pero también se libera durante la sensación de peligro o ante un estímulo muy fuerte, como cuando casi te atropella un coche... Es como si saltara a escena una pancarta que dice: PRESTA ATENCIÓN A ESTE PRECISO MOMENTO Y NO LO OLVIDES. Y esto es lo peligroso, y el impulsor de la jugada del cerebro para crear adicción. Cuando los niveles de dopamina son muy altos, la sensación de excitación hace que el cerebro recuerde que es importante para la supervivencia. Algunos científicos afirman que hay personas que, genéticamente, tienen una menor capacidad para generar dopamina, lo que las hace más propensas a desarrollar adicciones.
Drogas y demonios
Desde siempre, el ser humano ha intentado simular y potenciar de forma artificial la sensación de placer, por medio de las denominadas, común y socialmente, drogas. Las drogas de adicción no sólo desordenan los niveles de neurotransmisores, sino que también hacen que el cerebro recuerde y motive a buscar sustancias que garanticen esa sensación de excitación en el futuro. Muchos científicos han comenzado a debatir si el hecho de segregar dopamina hace más felices o si, simplemente, crean una sensación de deseo insostenible, lo que podría explicar la adicción crónica cuando ya no se experimenta placer.
Otro factor importante en la química de la adicción es que al cabo de un tiempo utilizando una droga que segrega ciertos neurotransmisores, el cerebro utiliza todo tipo de defensas para recuperar su balance, por lo que reducirá el número de neurotransmisores disponibles para ello, para moderar los efectos. Esto lleva a lo que se llama un hipofuncionamiento del sistema de recompensa. Esto es lo que hace que coexistan los subidones artificiales y naturales, y explica porqué se desarrolla una tolerancia a ciertas drogas y desordenes psicológicos que no existían antes de tener la adicción. Las drogas que crean adicción, crean un caos en la actividad cerebral, principalmente, de dos formas: 1) Imitan alguno de los neurotransmisores naturales o 2) cambian artificialmente los niveles del neurotransmisor, bien sobreestimulando su liberación o inhibiendo su absorción.
La heroína y otros opiáceos, como la codeína o la morfina, son las sustancias más adictivas conocidas del planeta porque su estructura química es muy similar a la endorfina. Se unen a receptores reservados para tales y son absorbidos en enormes cantidades, lo que intensifica su efecto de analgésico creando una sensación de euforia. Los opiáceos crean reacciones más poderosas que cualquier estímulo natural, por lo que el subidón artificial que es experimentado marca al cerebro de tal forma que crea la necesidad imperiosa de volver a tener esa sensación.
La nicotina tiene un mecanismo totalmente diferente. En primer lugar, imita a un neurotransmisor llamado acetilcolina, que dispara los niveles de dopamina. En segundo lugar, libera otro tipo de químicos que intensifican su efecto como el glutamato, que juega un papel importante en la formación de la memoria. Mientras que la dopamina es el neurotransmisor que le dice al cerebro “recuerda esto y hazlo otra vez”, el glutamato dispara el recuerdo placentero y crea lo que los científicos llaman un “loop de memoria”, lo que hace que se refuerce y se cree el hábito. En tercer lugar, a través de un inhibitorio llamado gaba (del inglés, gamma-aminobutyric acid), hace que las células se calmen, pero después de unos 20 minutos los receptores se vuelven tan insensibles que no encuentran nada alrededor para obtener dopamina de nuevo, salvo con otro cigarrillo.
El alcohol genera un balance de neurotransmisores que permite que el cuerpo y el cerebro funcionen como uno. Se une a un número de receptores, incluidos los de la acetilcolina y la seronotina. Más alcohol conlleva una menor comunicación entre neuronas pero, al crear el hábito prolongado, el cerebro intenta compensar liberando neurotransmisores excitatorios para acelerar las señales de transmisión. Después de un excesivo y prolongado uso, cuando el flujo de alcohol para, el cerebro puede llegar a perder el control y no encontrar otra cosa que lo calme. De aquí los temblores característicos del delirium tremens.
Otras drogas ni si quiera se molestan en imitar a neurotransmisores y, en su lugar, crean un caos con los niveles naturales: son la cocaína, las metanfetaminas y otras anfetaminas como el éxtasis, etc. Su efecto estimulante funciona interrumpiendo la reabsorción de dopamina y de otro importante excitatorio llamado norepinefrina, creando una ingente concentración que se va acumulando, generando una sobreestimulación en el usuario, que experimenta el placer de la dopamina y la energía de la norepinefrina. Como crea y acumula tal cantidad de neurotrasmisores, la misma cantidad lleva al mismo subidón. Además, las anfetaminas y metanfetaminas crean una enzima que destruye el exceso de dopamina y la habilidad del cerebro para producir más. Como resultado, el usuario continuaría aumentando la dosis buscando un subidón que nunca llegará.
La adicción está en el cerebro, el órgano más complejo del cuerpo humano, una masa de materia gris y blanca que pesa entre 1200-1400 gramos (adulto), el centro de comunicaciones consistente en miles de millones células nerviosas, la base central de coordinación operaciones, pensamientos, emociones, comportamiento, interpretación, reacciones... En las explicaciones sobre el funcionamiento del cerebro asociado a un comportamiento específico, casi siempre aparece Punset. Y sí, hay un capítulo de Redes que os dejo aquí para reflexionar: "Moléculas que enganchan".
Muy bueno tu artículo. Ahora ya conocemos un poco mejor por qué es tan fácil caer en la adicción.
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