La idea según uno de los creadores del proyecto parte de la observación de la medusa, la cual sin estar conectada a ninguna fuente de energía es capaz de irradiar luz, extrayendo la energía del medio que la rodea y almacenándola en su cuerpo. Sólo sería necesario trasponer esta idea a los materiales disponibles en la actualidad de forma que el resultado fuera aplicable a la carretera. Casi nada.
El procedimiento para conseguir un material capaz de absorber las radiaciones solares liberándolas durante las horas de la noche consiste en la mezcla de pintura con grandes cantidades de cristal. Evidentemente no se trata de cristal común, sino de un cristal especial fabricado añadiendo algunos aditivos como es el Europio. Estos aditivos aumentan la calidad de los cristales por un factor de dos o tres.
Las posibilidades que ofrece este material, aún en pruebas, de confirmarse todo su potencial, son inmensas, puesto que son cada vez más acuciantes los problemas energéticos de las naciones desarrolladas (donde puede importar la visibilidad de las marcas viales) además del valor añadido incalculable que supone la mejora de la seguridad vial.
Este proyecto se ha hecho realidad en 500 metros de carretera en la Holanda natal de sus creadores, el Studio Roosegaarde y la firma de ingeniería Heijmans. Se trata de un pequeño tramo que aún está en fase de pruebas, y que presenta una autonomía de entre 8 y 10 horas aunque sin la eficiencia de la luz tradicional, al menos por ahora.
Pero los objetivos de modernización que persiguen estos creadores no se quedan únicamente en la mejora de la iluminación de la carretera sino que tienen metas más ambiciosas.
Algunos ejemplos de esto son el desarrollo de una mezcla de pintura termosensible para crear señales de advertencia con una forma concreta, en este caso proponen la forma de una escama de hielo gigante, las cuales brillarían en la calzada cuando la temperatura del asfalto estuviera por debajo de un umbral seleccionado por el fabricante. Este umbral no sería otro que el de congelación que indicaría a los conductores la más que posible existencia de placas de hielo. Otro ejemplo de modernización en la carretera es la habilitación de carriles de inducción capaces de recargar un vehículo en marcha.
Aunque parece una idea difícilmente realizable, en la práctica ya se usa una tecnología similar en Burdeos para la alimentación energética de tranvías “sin cables”.
Podría parecer que las carreteras de hace 30 años y las de ahora son las mismas, sin embargo son muchas las mejoras que continuamente se introducen, aunque claro está resulta imposible evolucionar a la velocidad con que la tecnología moderniza los automóviles y demás sistemas de transporte. Por otra parte, carretera y vehículo son un tándem condenado a entenderse y a interactuar, al menos hasta que se inventen los coches voladores y resuelvan todos los problemas aparejados a la circulación terrestre.
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