El papel... invento funcional y versátil donde los haya, en sus múltiples variedades, formatos, colores, etc, está por doquier presente en nuestras vidas. Constituye el soporte para fines tan diversos como aprendizaje, diversión o trabajo. Sin duda, nos referimos a un elemento que merece una plaza especial en la propia historia del desarrollo humano, pues hasta hoy hemos podido conservar dicha historia gracias al mismo.
En la actualidad se consumen en todo el mundo aproximadamente 268 millones de toneladas de papel por año, para cuya fabricación se requieren más de 200 millones de toneladas de diversos tipos de pasta de celulosa, obtenidos del procesamiento de la madera. China, con un 25% del total y Estados Unidos, con un 19%, lideran la producción mundial de papel.
No obstante, pese a la enorme cantidad de papel que se consume constantemente, la industria papelera sigue siendo, por así decirlo, el prototipo de industria “malvada y contaminante”; no sólo acarrea con la mala imagen, cargada de simbolismo, que supone la tala de árboles para la fabricación de las pastas de celulosa, sino que realmente se encuentra entre los sectores industriales con un mayor consumo de agua y energía y producción de desechos, principalmente en forma de aguas residuales.
En un intento por contrarrestar esta mala imagen y reducir la tala de árboles, aunque para muchos (yo en primer lugar) fuese totalmente desconocido, desde 2004 una empresa americana comercializa un tipo de papel cuya materia prima no es la celulosa, sino la piedra caliza, basándose en una idea originalmente procedente de China. En Europa, desde 2010 otras empresas también fabrican y distribuyen hojas, bolsas y cuadernos hechos con este tipo de papel.
Para la obtención de papel mediante este proceso, en primer lugar la roca caliza es triturada hasta obtener un polvo fino. Posteriormente se adiciona poliletileno (del que ya hablamos en otra entrada del blog), que actúa como ligante entre las partículas del mencionado polvo y se calienta la mezcla para obtener unos pelets. Finalmente, se lleva a cabo un proceso de extrusión para obtener una bobina madre, que a partir de entonces continuará un proceso análogo al de cualquier bobina de fibra celulósica (estucado, calandrado, bobinado y corte).
El producto obtenido a través del proceso descrito es un papel compuesto por aproximadamente un 80% de caliza y un 20% de polietileno, el cual, a simple vista, presenta una apariencia semejante a la del papel normal. No obstante, en el momento de su manipulación, pueden apreciarse diferencias significativas. Resulta bastante más suave al tacto, no se moja ni se mancha con compuestos grasos y, además resulta mucho más resistente.
Las empresas que comercializan este tipo de papel, lógicamente recurren a las ventajas medioambientales de su proceso de fabricación, además de a las ya mencionadas propiedades físicas, para potenciar su venta. A menudo destacan la enorme reducción en el consumo de agua y productos químicos empleados como blanqueantes. Dicen además, que es fotodegradable y presenta mejores prestaciones para su impresión, necesitando una menor cantidad de tinta que el papel convencional.
No obstante, mi intención con este post es principalmente abrir un debate, no sólo en este caso particular, sino en otros similares, en lo que se refiere a la sustitución de materias primas para la fabricación de productos ya conocidos… Realmente necesitaríamos datos numéricos para poder comparar los procesos pero, en principio, cualquier persona podría preguntarse si realmente vale la pena tanto esfuerzo por conservar los árboles si luego vamos a arrancarles el suelo sobre el que crecen.
¿Y vosotros qué opináis?
Si a Moisés le dieron los diez mandamientos en sendas tablas de roca maciza...por algo sería…digo yo…
Me despido con un vídeo (bastante friki por cierto) en el que se explica el proceso de fabricación del papel de piedra en China. No os perdáis el momento de la comparación del proceso de extrusión.
¡Hasta la próxima!
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