Este, desgraciadamente, es un artículo que hace referencia a un tema de actualidad, y es que más o menos modernas pero al fin y al cabo empleando los mismos principios para los mismos fines, las armas químicas han estado presentes a lo largo de la historia.
Imagino como se podrían sentir los descubridores de estos procesos de síntesis, si viesen en qué se han convertido sus horas de trabajo, su esfuerzo... en definitiva el uso que está dando la sociedad a aquello que ellos descubrieron, muy probablemente, pensando en la mejora de la humanidad.
Como ocurre muchas veces, todo depende de que caiga en las manos equivocadas para que el poder de estos compuestos químicos desaten toda su eficacia en la dirección errónea.
Se entiende como armas químicas a aquellas sustancias químicas cuyas propiedades tóxicas son capaces de alterar la fisiología de los seres vivos, causando graves daños o incluso la muerte.
Puesto que este tipo de armas dan una clara ventaja al bando que las utiliza, el empleo de agentes químicos con fines bélicos ha venido utilizándose a lo largo de la historia, cambiando los medios para la intoxicación pero no así el fin de los mismos: alrededor del año 1200 a.C. se empleaban una mezcla denominada “fuego griego” compuesta por alquitrán, nafta, cal viva y azufre, que al quemarse producía grandes nubes de dióxido de azufre, empleando el viento como medio de transporte hasta las líneas enemigas.
A medida que fue avanzando la ciencia, también lo hizo la gravedad de las consecuencias de estas armas:
El gas cloro, un gas de aspecto verdoso, que intimidaba a los soldados solo con su aparición (y no era para menos), que es considerado la primer arma química a gran escala de la historia. Empleado por primera vez en la Primera Guerra Mundial por el ejército alemán, este gas reacciona con el agua de las mucosas produciendo ácido clorhídrico, agente irritante que puede ser letal.
Otro compuesto muy conocido es el gas mostaza, este gas abrasante fue también empleado por primera vez en la Primera Guerra Mundial, es uno de los gases más letales. Éste presenta en su composición fundamentalmente cloro (como vemos el cloro es frecuentemente empleado en las armas químicas) y azufre. Fue sintetizado por primera vez en la segunda mitad del siglo XIX, y aunque en sus primeras producciones su concentración era tan pequeña que todavía no se atisbaba el potencial peligro del mismo, años más tarde se consiguió su elaboración en mayores concentraciones y de ahí al desastre.
El gas mostaza, a temperatura ambiente se presenta en forma líquida, y es un agente vesicante (produce ampollas en contacto con la piel). Otra de sus consecuencias proviene de su reacción con los iones cloruro, produciendo sulfonio, que a su vez reacciona con la guanina (nucleótido en el ADN), pudiendo provocar cáncer.
Curiosamente, derivados del gas mostaza se han empleado en tratamientos contra el cáncer.
El Napalm, que aunque a algunos les encante su olor por la mañana, es una pesada gasolina con propiedades incendiarias, que además de su poder de combustión presenta una elevada inflamabilidad que produce que el oxígeno presente en el recinto en el que explota sea consumido por su combustión, provocando así también muerte por asfixia.
Este compuesto fue creado por científicos de la Universidad de Harvard en la búsqueda a una gasolina que se consumiera lentamente, lo consiguieron al mezclar la gasolina con una mezcla gelatinosa (aluminio, naftalina y palmitato, de ahí su nombre Napalm).
Su éxito se basó en su fácil producción y su bajo coste.
El fosgeno es un compuesto venenoso en concentraciones en el aire superiores a 50 partes por millón, penetrando en el organismo por inhalación dañando los pulmones.
Como a todo en esta vida, le ha llegado su momento, y con la llegada de los agentes neurotóxicos, este gas ha quedado obsoleto en cuanto a usos bélicos.
La cara “amable” de este gas se encuentra en su utilización en la industria como intermediario en la producción de tintes, insecticidas o plásticos.
La historia del conocido gas Sarin es, como muchas veces en la ciencia, producto del desarrollo de una sustancia inicial, en este caso en el año 1930 químicos alemanes descubrieron que los compuestos organofosforados tenían propiedades venenosas, descubrimiento que se aplicó inicialmente para la producción de pesticidas. No sería hasta dos años más tarde, que a raíz de éste se descubriese un gas con propiedades altamente tóxicas bautizado como gas Tabun, y posteriormente este mismo equipo aislase también el gas Sarin (1938).
Este último es más “comúnmente” empleado, debido a su manejabilidad y elevada toxicidad.
Apareciendo por primera vez en escena en la guerra Irán-Irak en los años 80, se trata de un agente nervioso, que actúa sobre el organismo interfiriendo en las transmisiones nerviosas a los órganos vitales, siendo sus efectos dependientes de la dosis que se proporcione.
A nivel industrial, el gas sarín es empleado principalmente en la producción de plaguicidas y alcohol isopropílico (éste se utiliza principalmente como disolvente y tiene numerosos usos industriales).
Como vemos, el peligro de estas sustancias en muchos casos depende del empleo que se le dé, así encontramos sustancias que en determinadas circunstancias pueden ser armas de destrucción, pero que a su vez en otros ámbitos ayudan a la mejora de la humanidad.
Y es que, citando a Paracelso, “todo es veneno, nada es veneno, la dosis hace el veneno”. Que en este caso equivaldría a: todo o nada es peligroso, depende de las manos (el fin) en las que caiga.
http://simoncini-cancer-center.com/es_chemotherapy
ResponderEliminarPara saber más sobre el gas mostaza como agente antitumoral.
Desafortunadamente, gran parte de la actividad intelectual del ser humano está dirigida a la destrucción de la vida. Es imposible predecir el efecto que un determinado descubrimiento va a tener en la humanidad. El mejor ejemplo es el descubrimiento de la fisión nuclear.
ResponderEliminarHace poco inicié un blog de ciencia y salud. Se los dejo por si interesa.
https://eduardosetti.wordpress.com
Resinosferoterfina usos
ResponderEliminar