El telescopio, un invento realmente español.

11 de diciembre de 2014

El otro día (esa unidad de tiempo que tanto puede referirse a ayer como a hace años), sentía curiosidad por conocer los detalles de la invención del telescopio, el símbolo del astrónomo; y cuál fue la sorpresa que me topé con la verdad sobre el mismo. Tras haberme documentado durante semanas para conseguir recoger la mayor cantidad de detalles y poder contarlo de la manera más objetiva y clara, he escrito en un riguroso orden cronológico toda la movida historia de la invención del telescopio, que realmente nació de manos de un español. ¡Que aproveche!


Introducción



Durante cuatro siglos y hasta hace unos años se creyó unánimemente que el inventor del telescopio, tal y como lo concebimos a día de hoy, fue el alemán Hans Lippershey. No obstante, en 2008, un ex-informático e historiador de mediana edad, Nick Pelling, realizó una exhaustiva búsqueda a partir de antiguos documentos de un historiador catalán, Simón Guilleuma, para descubrir la verdad sobre el inventor de este instrumento; un asunto desconocido para muchos, pero inquietante como pocos.

Los datos de su investigación han sido publicados en periódicos de toda Europa y han aparecido en revistas de renombre histórico -e incluso astronómico- a nivel mundial como History Today, aprovechando el tirón que ello tuvo al ser el 400º aniversario del telescopio (en 1608), que podría precisamente no haber sido ese. Todo cuanto váis a leer es fruto de años de investigación de Pelling, y de debate entre la comunidad científica sobre si, de verdad, debería atribuírsele la invención del telescopio a un español, y ante todo: 100 por ciento verídico.


¿Qué ocurrió realmente? La historia del telescopio que jamás te contaron.

Pelling, en 2008, tras presentar
su hipótesis sobre la invención
del telescopio.

Situémonos: año 1590, Gerona, España. Un óptico catalán, Joan Roget, muy famoso en gran parte de España, se dedica a vender "ulleres" (tubos con lentes en sus extremos que permiten observar las cosas más de cerca). En 1593, de hecho, tenemos constancia de que Pedro de Carolona, un noble catalán, dejó en legado a su esposa una "ullera" de latón. Todo apunta a que Joan Roget, español sobre el cual girará la noticia, ya fabricaba instrumentos ópticos 18 años antes de que el telescopio fuera inventado.

Lo más curioso sucede cuando, en plena Barcelona, el 5 de septiembre de 1608, se celebra una subasta de bienes de otro noble catalán, esta vez Jaime Galvany. En dicha subasta se pone en venta un telescopio o, como consta en el documento, "una ullera de llauna per mirar de lluny", o lo que en castellano sería "un tubo con lentes de hojalata para ver de lejos" (un telescopio, en resumidas cuentas). Queda constancia de que su comprador es anónimo, pero de profesión mercader.




Retrato de Zacharias Janssen

Poco después de la compra y continuando con la cadena de sucesos, a mediados de septiembre de 1608, este mercader acudió a la feria de novedades científicas de Frankfurt, Alemania (el telescopio había viajado en un par de días de Cataluña a Frankfurt) y sin conocer a alguien -preferiblemente científico, porque así conseguiría venderlo- que pudiera comprárselo y así sacar una buena cantidad por él, conoce a Zacarias Janssen (quien afirmó haber acudido a esta feria en sus documentos) y pacta con él quedarse la mitad de los ingresos que obtuviese de la venta del mismo. Janssen, no obstante, vé en este invento "algo distinto", lo cree un invento muy interesante, útil y por el que se podría obtener un beneficio inconmesurable, por lo que se muestra reacio a venderlo incluso tras el pacto (podrían robarle la patente o incluso construirlos ellos también). Su objetivo era el dinero, no la fama.

Ante la ignorancia de Janssen a la hora de fabricar el novedoso objeto con el que se hizo (pues se acababa de encontrar con un invento que no era suyo, no sabía construirlo y encima no sabía cómo había sido construido ni para qué podía servir) y al necesitar éste unas lentes que tampoco sabía fabricar (pues él tampoco era óptico), pide ayuda, de entre los que mejor cumplen sus requisitos, a sus amigos: Metius (científico, matemático y, en resumidas cuentas ‘el que controlaba’ del grupo, un sabio de su época) y Lippershey (óptico y artesano, ‘el manitas’ de los amigos). Esta jugada supuso su mayor error. Lo que en él había suscitado tanto interés y la idea de gran lucro, también lo había hecho en sus amigos, sólo que estos disponían de los conocimientos suficientes para hacerlo realidad, y no iban a dejar pasar la oportunidad. Janssen no tenía nada que hacer ante ellos.



Retratos de Hans Lippershey y Mauricio de Nassáu.

El 25 de septiembre de 1608, días después de que Janssen pidiera ayuda a sus compañeros y 20 días después de que el telescopio de Joan Roget fuese comprado en una subasta en Cataluña, ya tenemos que irnos a La Haya (Holanda) para encontrarlo (la pobre llauna iba de la ceca a la meca) y es que Lippershey presenta ante el príncipe de Holanda, Mauricio de Nassáu, "su idea" ya construida: un tubo con lentes que permite ver objetos en la lejanía, tal y como él describe en su patente. Su condición de óptico y artesano le permitió ser el más rápido de los amigos en presentar la idea ya construida, y con semanas de antelación. Lippershey sabía qué era y para qué servía, sin lugar a dudas.

Ahora bien, vayámonos un par de párrafos arriba y comparemos la definición de Lippershey de su idea con la de la "ullera" de la subasta de Galvany. ¿Mera coincidencia? Lo cierto es que, gracias a la impresión que este objeto causó al príncipe holandés, Lippershey consiguió su "patente" el 2 de octubre de 1608, exactamente una semana después, aunque según Mauricio de Nassáu, en el fondo era una idea ya planteada y posiblemente fútil, pero que él había sido el primero en hacer realidad y por ello debía ser su dueño. No caben dudas de que Lippershey se había hecho con la patente "limpiamente", sin que nadie supiera de los motivos que le llevaron a conseguirla y la manera en que lo hizo. Pero, como nada es fácil en este mundo, no tardaron en salirle los problemas.

El 14 de octubre de 1608, doce días después de que le concedieran a Lippershey su patente y poco más de un mes después de que el telescopio de Joan Roget viajara por media Europa, Metius, amigo artesano -pero no óptico- de Lippershey (‘el que controla’) solicita la patente de un instrumento exactamente igual, cuyos bocetos coinciden a grandes rasgos con los del dueño de la patente. Por si parecía poco, tres días después, el 17 de octubre de 1608, casi un mes después de que Lippershey presentara su proyecto y a duras penas, llega el tercero en discordia –y nunca mejor dicho-: Janssen, el primero de los tres que se encontró la llauna y el último de ellos en presentarla. Este, rezagado, solicita también la patente de otro instrumento cuya definición y boceto coinciden con la de sus colegas (por qué sería). Obviamente, había llegado tarde.


Adriaan Metius

Es obvio que ni Metius ni Janssen recibieron la patente porque Lippershey fue el más listo y, tal y como escribe Pelling en su tesis: "Los tres holandeses mentían, engañaban, ocultaban o tenían mala memoria en diversos grados". Pero la historia continúa: Janssen, que fue el primero en plantear la idea (ajena, pero fue el primero) del telescopio y quien pensaba lucrarse con él, ya no podía hacerlo, pues no era dueño de la patente. Había tardado en construirlo porque sus conocimientos sobre el proyecto eran casi tan nulos como sus conocimientos en las manualidades.

Por eso, años después -dado que Janssen dejó pocos registros escritos-, su hijo, acerca de la patente que le fue robada a su padre, indica que "su padre había comprado y diseñado un telescopio que databa del año 1590 y sabía con certeza que provenía de España". El único fabricante español de este tipo de instrumentos ópticos era Joan Roget quien, curiosamente, fabricó en 1590 sus primeras ulleres, siendo esa (la ullera de la discordia) vendida al mercader español un mes antes de que Lippershey lo patentara y proveniente de un noble coetáneo. Lippershey es mundialmente conocido por haber inventado el telescopio, un gran invento de un gran genio. El problema es que patentó e inventó un telescopio que presumiblemente había fabricado un español 18 años atrás tal y como registran los numerosos documentos que a día de hoy conservamos. Incluso otros historiadores españoles poseen documentos de fabricantes de tubos de visión a distancia desde 1590 hasta 1610 de Andalucía y Cataluña.

Girolamo Sirtori ya conocía al telescopio y a su 
inventor, y así dejó constancia de ello como vemos en 
documentos como este. Su nombre: Joan Roget.

‘Es mera coincidencia, muchos científicos han llevado a cabo al mismo tiempo y de manera independiente muchos descubrimientos’, diréis algunos. Para quienes todavía lo piensen, aquí viene otra prueba que podría sacarles de dudas.

En 1609 (meses después de que Lippershey patentara el telescopio), un óptico milanés de gran renombre en Italia, Girolamo Sirtori, escribe en sus papeles que "había tenido el placer de conocer al inventor del telescopio" quien (atención a la cita) era "un hombre español llamado Joan Roget, ya viejo y atrofiado, oriundo de Gerona, que lo inventó hacía más de dos décadas". Girolamo era un óptico y (según se deja entrever), alguien con un mínimo de conocimientos en la ciencia que conocía en persona a Joan Roget desde hacía décadas. Meses después, Galileo Galilei (quien se movía por fines únicamente científicos y que ya conocía el telescopio) construyó el suyo propio y, siendo el único conocedor de la verdadera utilidad del mismo y el primero hasta la fecha que sabía darle un uso, se lanzó a descubrir los anillos de Saturno y los satélites galileanos, entre otras muchísimas cosas (incluyo esto como aclaración, ya que es comúnmente creído que Galileo inventó el telescopio, pero él no fue el primero).


Las pruebas son muy claras e irrefutables, habiendo aparecido en numerosas revistas de gran prestigio internacional y en una gran cantidad de periódicos españoles que se hicieron eco de la noticia, como El Mundo. Pero queda resolver una pregunta que, seguramente, todos os habréis hecho (como es lógico, por supuesto): ‘¿Por qué no se había sabido esto hasta antes? ¿Por qué Joan no hizo nada? ¿Por qué ninguno de los ‘inventores’ supo de su autoría?’

Es bien cierto que, quienes copiaron la idea de la patente, se movieron por intereses económicos y no se preocuparon (y posiblemente ni supieran) del que realmente inventó el telescopio; por otra parte y por lógica, al patentarlo lograrían un lucro todavía mayor y, entre el dinero y pensar en un desconocido que no sabría jamás sobre el acto -porque una vez vendido, difícil es que se preocupe del uso que se le vaya a dar-, está claro por cuál se decantaban. Y ya, para finalizar esta parte, iba a ser complicado que su ‘inventor’ conociese quién había fabricado un telescopio que un amigo suyo se encontró gracias a que se lo enseñó un mercader que viajó miles de kilómetros durante días sólo para deshacerse de él y sacar unos cuartos ya que lo había comprado días atrás a un noble que no conocía, y a su vez tampoco éste al constructor del cachivache, persona que, por cierto, hacía 18 años que lo había construido y, obviamente, no sabía de su subasta.

El invento, además, viajó desde España hasta Holanda en un par de días, con lo que se le perdió la pista rápidamente. Por otra parte, Joan murió pocos años después, al igual que los únicos que sabían de su invención por lo que, al no saber nadie más de la existencia del verdadero inventor (ya que posiblemente todos creyeran que Lippershey lo construyó), cayó en el olvido, hasta 1891 que comenzó la hipótesis, 2008 que nació esta hipótesis contrastada con documentos y testimonios de los mismos inventores y 2014 que os lo cuento.

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