Y ¡hágase la luz!

19 de octubre de 2013

El 21 de octubre de 1879, un empresario y prolífico inventor estadounidense llamado Thomas Alva Edison consiguió que una bombilla alumbrase durante 48 horas seguidas. Edison patentó su invento con el nombre de "lámpara eléctrica" y este hecho, además de encumbrarle como uno de los principales inventores de la historia, supuso algo más que un punto de inflexión en la historia de nuestra civilización.


Antes que Edison, otros científicos ya habían demostrado que podía obtenerse luz calentando un alambre a alta temperatura. El problema era que el filamento que calentaban se consumía demasiado pronto. Para evitarlo, Edison pensó en introducir el filamento en un recipiente de vidrio que no tenía aire, lo que evitaba su desgaste. Cuando la electricidad fluye por el filamento, éste se calienta y se convierte al rojo vivo y luego al blanco. Esto se llama incandescencia, y con esta luz leemos, escribimos, trabajamos, etc.

La primera bombilla de Edison tenía un filamento de algodón carbonizado, sin embargo hoy en día -como muchos ya sabréis- se utiliza wolframio, que permite una duración mayor.

Si analizamos con detenimiento los elementos que forman una bombilla convencional, veremos que consta de tres elementos clave:

- Una entrada de corriente eléctrica, resultado del contacto entre el casquillo metálico que se encuentra en la parte inferior de la bombilla y la rosca metálica en la que se engancha.

- El filamento, que como ya se ha mencionado consta de un hilo metálico muy fino -normalmente wolframio-. El wolframio destaca fundamentalmente porque puede aguantar temperaturas superiores a los 3000 grados centigrados sin fundirse. El filamento, debido a la electricidad se calienta, y al calentarse a temperaturas tan altas, emite luz. Este hilo o filamento es bastante fino, y el desgaste por el uso o un simple golpe pueden hacer que se rompa, fundiendo la bombilla.

- Todo lo anterior ocurre dentro de una recipiente de vidrio que tiene una atmósfera gaseosa inerte, es decir, que no contiene aire, para evitar que el filamento se consuma y prolongar así la duración de la bombilla.
Como ya sabréis hay distintos tipos de bombillas. Últimamente las que gozan de mayor popularidad son las de halógeno, llamadas así porque llevan en su interior el vapor de un halógeno -generalmente yodo- que aumenta considerablemente la resistencia del filamento.

El "problema" de este tipo de bombillas es que su filamento va encerrado en un cristal de cuarzo, que hay que evitar tocar con los dedos, ya que los restos de grasa y sudor pueden quedar adheridos a su superficie y producir una conocida y problemática alteración química del cuarzo llamada desvitrificación que hace que el vidrio, por decirlo de una forma sencilla, se deteriore y el filamento se funda. Para evitarlo, muchas bombillas tienen una segunda película envolvente que protege a la de cuarzo.

Pero sin duda, la bombilla más famosa del mundo se encuentra en un cuartel de bomberos de California, donde lleva 111 años brillando sin haberse apagado por si sola ni una sola vez. La bombilla en cuestión es de 60 vatios (aunque en la actualidad su potencia no supera los cuatro) y además de ser mundialmente famosa -entró en el libro Guinnes de los Récords- y reclamo turístico de la zona, ha suscitado desde siempre gran curiosidad entre la comunidad científica por aguantar tanto tiempo encendida.

Hasta la próxima, y que la Ciencia -y la luz- os acompañe.

1 comentario:

  1. Esto ni es ciencia, esto no vale para nada. Cambio de línea editorial

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