Yo soy de una generación en la que las cámaras analógicas eran las principales herramientas para reflejar las imágenes de nuestros recuerdos. Tuve la suerte de tener una réflex y de haber revelado mis propias fotografías en blanco y negro. Apenas recuerdo, sin embargo, la responsabilidad que suponía un simple disparo. Apretar el disparador sin la certeza absoluta de haber hecho el encuadre y enfoque perfectos, dominado la luz-color, ni asegurado lo que quería transmitir, significaba gastar pasta, desperdiciar una foto y boicotear tu idea de trabajar para National Geographic.
Ahora es diferente. Las posibilidades de sacar una buena foto han aumentado considerablemente. Se puede experimentar mucho más, hay tropecientos programas para conseguir efectos específicos, tenemos mucho más control sobre el resultado final, y ya casi no nos hace falta un aparato diseñado para tal fin... Aún así, a mi me sigue pareciendo terriblemente difícil hacer una gran fotografía.
Pero romanticismos y confesiones de domingo por la tarde a parte, que esto es un blog de ciencia. De hecho, en este post podréis ver cómo el arte de la fotografía resulta ser una combinación de óptica, física, química, mecánica y electrónica.